Queridos lectores,
Prácticamente toda mi vida, al menos, desde que yo recuerde, he intentado ser buena persona, me he esforzado por complacer a los demás, por hacerles felices, por no ser egoísta, ayudar en todo lo que me era posible. No sé exactamente por qué. Quizás sea algo innato, quizás me dejé convencer por las clases de religión que te adoctrinan desde pequeñito y me convencí de que la bondad tenía recompensa. Pero no es así. Porque parece que todo lo que hago, todo, acaba saliendo mal y, simplemente, tratando de ayudar a los otros, lo estropeo todo.
Llevo todo el día cantando mentalmente la canción de Get it right, de Glee. Exactamente así me siento y cuando dice "all that you touch trumbles down" o lo de que "my best intentions keep making a mess of it" pienso que esa canción se ha escrito para mí. Porque todo lo que toco se derrumba y todo lo que hago, con mis mejores intenciones, acaba en desastre. No me apetece entrar en los detalles ni os quiero aburrir con otra de mis anécdotas de cómo la "inteligente" de Laura consiguió que todo se fastidiara mientras trataba, precisamente, de arreglar las cosas. Así que, perdonadme, pero más que remover y remover mis meteduras de pata, me apetece escribir :)
Mulán
CAPÍTULO 4
Cinco guerreros la rodeaban. Había conseguido armarse con una rama
seca. La blandía con todos sus músculos tensos, a la espera del siguiente
ataque. Escuchaba el crujir de las ramas bajo sus pies con cada pequeño
movimiento, pero a ellos no los oía, solo podía intuir por dónde llegaría el
siguiente golpe. Su intuición, sin embargo, no era suficiente y pronto sintió
un dolor ardiente en su nuca.
—¡Auch! ¿Así es cómo penáis ayudarme? —Dijo Mulán—¿Dándome golpes?
—Así se aprende pequeña —Dijo uno de los guerreros. — Coge bien la
espada, la mano firme, el brazo ligeramente flexionado. Mantente recta.
Los que se hacían llamar “sus espíritus guardianes” le estaban dando
una soberana paliza, en el intento de hacer un hombre de ella.
—¿Vas a rendirte ya? —Dijo uno de los espíritus.
Aquello le tocó la fibra sensible. No iba a darse por vencida, no iba
a dejar que la vapulearan, la subestimaran y menospreciaran por haber nacido
mujer. Ella era, les gustara o no a los hombres, una guerrera y no porque amara
la guerra, sino porque tenía una razón para pelear.
—No. No voy a rendirme.
Y sus palabras le infundieron la fuerza y la calma que no había
experimentado mientras luchaba con ellos. Mulán inspiró profundamente cerrando
los ojos. Se dio cuenta de que, aún sin poder verlos, podía escucharlos, podía
sentirlos. Si se concentraba lo suficiente, podía ver cuál sería su siguiente
movimiento. En aquel instante, eran cuatro los soldados que tenía, uno en cada
punto cardinal. Ella estaba orientada hacia el norte, el viento gélido de las
montañas traía consigo el aroma de la nieve mezclado con los pinos, olía a
bosque. Los espíritus permanecían callados a la espera del momento para atacar,
pero sabía, tras haber recibido varios golpes con la misma táctica, que primero
atacaría el que estaba situado en el norte para mantener sus manos ocupadas,
después sur, luego este y, por último, oeste. Podía hacerlo, solo tenía que
creer en ella misma. Respiró hondo una última vez y abrió los ojos justo para
ver como el soldado situado en el norte lanzaba su espada hacia ella. La paró
con la rama que blandía, mas sabiendo que aquello era una mera maniobra de
distracción para dejar sus flancos al descubierto, pronto lanzó su espada hacia
atrás sin ni siquiera girarse. Notó que impactaba en el abdomen del guerrero
sur (o lo habría hecho de estar él vivo), sacó la espada en un rápido
movimiento, girándola alrededor de su cabeza de este a oeste, dejando a los
otros dos guerreros fuera de juego. Y, antes de que el norte pudiera cambiar su
cara de asombro, su espada aterrizó sobre su cabeza.
—¿Qué tal?
Ninguno de sus maestros pareció dispuesto a halagar los progresos de
su alumna. Solo Mushu comenzó a aplaudir visiblemente divertido porque una
novata hubiera vencido a cuatro espíritus guerreros.
—Muy bien, Mulán. Haces grandes progresos. Ahora debes descansar,
pronto amanecerá en el campamento y os llamarán a todos.
—Pero hoy comenzaremos a pelear —Dijo ella asustada —Y no estoy
preparada para los guerreros corpóreos, a vosotros puedo… sentiros —dijo no sin
cierto remilgo —pero a ellos no.
—Quizás no puedas sentirlo, mas ahora podrás saber lo que piensan
hacer, dónde están. Nosotros seremos tus ojos en combate. Te guiaremos. No te
preocupes más y ve a descansar.
Reticente todavía a abandonar el entrenamiento, Mulán dejó el palo que
tan fielmente le había servido como espada y comenzó a andar sin demasiadas
ganas hacia su tienda. Pronto sintió una nueva presencia junto a ella. El
guerrero del dragón rojo dibujado en la armadura andaba con ella.
—Sé llegar a mi tienda sola, Mushu.
—Lo sé, pero quería decirte de nuevo que lo estás haciendo muy bien.
—Gracias —Mulán miró al suelo, no estaba tan segura de estar
progresando tanto. Quizás sí que avanzaba, mas dudaba que tanto como para
enfrentarse al guerrero más temido de toda China.
—No te preocupes Mulán —Dijo él, como leyendo sus pensamientos —Ya no
estás sola, no volverás a estarlo.
—Es extraño… desde que murió mi madre la soledad ha sido mi mayor
compañía, no sé cómo me sentiré si la dejo ir.
—Puedes dejarla ir porque nunca ha estado ahí realmente. Yo siempre he
estado a tu lado. Aunque no me vieras, aunque te cerraras a tu don, yo siempre
he estado a tu alrededor, viéndote crecer, viendo la mujer en la que te
convertías.
—¿Crees… crees que mi madre estaría orgullosa de mí?
—No lo creo —Mulán apartó la mirada apenada, pero con un acopio de
fuerzas por parte del espíritu, tomó su barbilla y la obligó a mirarlo —Lo sé.
Estaría muy orgullosa.
Sonrió sin saber qué más decir. Las lágrimas amenazaban seriamente con
inundar su rostro y era algo que no podía permitirse. Los hombres no lloraban y
ella debía ser un hombre.
—Bueno y cuéntame de ti —Dijo ella por cambiar de tema —Guerrero del
dragón, Mushu, ¿cuál es tu historia?
—¿Mi historia? —Su voz, inexplicablemente, pareció temblar ante la
mención de su pasado.
—Sí. Otros guerreros espíritus me han contado sus grandes batallas,
sus honorables muertes, ya sabes… sus historias. Todas iguales, supongo que la
tuya también los será, pero tengo curiosidad.
—No. Mi historia no es igual a las suyas. —Mushu desvió la mirada como
si no soportara mirarla a la cara.
—¿De qué hablas? ¿Tu muerte fue más emocionante?
—No.
—¿Y entonces?
Se hizo el silencio entre ellos. Mushu miraba al horizonte como si
estuviera decidiendo si debía o no contestar a aquella pregunta.
—Mi muerte no fue honorable. —Y dicho eso, se marchó.
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